15/08/2015

Comer la carne del Hijo del hombre (20° Domingo)


Comer la carne del Hijo del Hombre. En cualquier sentido que tomemos esa palabra, se queda extraña. Ya los judíos dijeron: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Si la carne del Hijo del hombre es la eucaristía, no hay problema, sino el problema de la eucaristía misma: ¿cómo el pan puede ser su carne? ¿qué es, comer la carne de Dios?
Pero, no es evidente que el capitulo sexto del evangelio de Juan hable de la eucaristía, en el sentido estrecho en el cual lo entendimos, la comunión como especies sagradas, como forma, o por lo menos como rito sagrado. O, para decirlo mejor, si el discurso sobre el pan de la vida habla de la eucaristía, es que la entiende no como rito, pero la considera más ampliamente como expresión de la vida con Jesus.
La eucaristía no sería así el rito religioso del domingo sino una manera de vivir, la de los discípulos de Cristo. Y de hecho, en el discurso, no acaba Jesus de hablar de vivir.
Nosotros hemos hecho de la eucaristía un rito religioso. Pero cuando el evangelio habla de práctica, nunca se trata de culto, sino de poner la palabra en práctica. «A cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las pone en práctica, lo compararé a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca.» «Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica.»
Le celebración dominical no es un momento de la semana sino un concentrado de lo que vivimos durante la semana. ¿Y qué vivimos? ¿Qué somos llamados a vivir?
Nada especial. La vida de cada uno. Pero de una manera especial, como un estilo de vida, comiendo la carne del Hijo del hombre. Vuelve nuestra pregunta. ¿Qué significa comer la carne del hijo del hombre? «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Nuestra vida no es nuestra sino una vida recibida. Jesus da su vida, la ofrece para que vivamos. Así hacen los padres para sus hijos. No se sacrifican, pero se ofrecen, se hacen disponibles para que los niños puedan crecer. Regalan su atención y su amor, ellos mismos, para que los niños puedan desarrollarse.
Los esposos igualmente. Se ofrecen recíprocamente para que cada uno pueda vivir del otro, recibirse del otro, descubrirse y realizarse por el otro. De la misma manera los amigos. Descubrimos en la amistad, en la relación, quienes somos. Lo recibimos de los demás. Solos, no seriamos mucho, un ser vivo quizá, un ser humano, no.
De la misma manera que somos, existimos gracias al don de los demás, de la misma manera podemos existir gracias a Jesus. El se ofrece para que vivamos, para que seamos. Recibir su vida es la manera de vivir de los discípulos, existir a partir de él, gracias a él.
Esta explicación no va demasiado adelante, porque ofrecerse en este sentido de permitir al otro de ser sí mismo, de advenir a sí mismo ¡no es dar su carne de comer y su sangre de beber!
Con la comida y la bebida se trata de ser el otro, de permanecer en él, de habitar en él, como dice la traducción española. Comer la carne y beber la sangre es recibir una vida que no es la nuestra sino la suya. Ya no vivimos nosotros, más vive Cristo en nosotros. Es decir que ya hemos fallecido. Ya estamos muertos.
Comer la carne, beber la sangre del otro significa renunciar a sí mismo, quitar nuestras maneras de hacer y pensar, nuestras costumbres, no pertenecerse. Este es la eucaristía, una vida eucarística, vivir abandonado, dado a los demás para que la vida de Cristo pueda sustituir la nuestra. No hay vida cristiana sin pascua, sin pasaje por la muerte hasta la vida, la de Jesus.
Comer su carne, beber su vida es elegir una vida que no es la nuestra sino recibir la del Señor, abandonando nuestro propio, dándonos al servicio de los demás, poniendo en práctica la palabra de Jesus. Ayuno de nosotros para tener hambre y sed del otro que nos da de vivir.

Aucun commentaire:

Enregistrer un commentaire